Cockneys vs Zombies es la historia de Andy (Harry Treadaway) y Terry (Rasmus Hardiker), dos desventurados hermanos de apellido Cockney que deciden robar un banco para impedir que cierren el asilo de su abuelo (Alan Ford). Al mismo tiempo que el atraco, unos trabajadores de la obra desentierran un antiguo tumulo y al abrir sus puertas desencadenan un Apocalipsis Zombi en los suburbios de Londres, convirtiendo a todos los habitantes en zombis sedientos por comer carne.
De modo que tras escapar del atraco, irán a rescatar de la residencia a su abuelo en la que se encuentra y al que se le sumaran todos los ancianos del centro una brigada de achacosos jubilados que le plantaran cara al ejército zombi.
A este guion tan original debemos sumarle una realización más que correcta, unas adecuadas interpretaciones (destacar a un genial Alan Ford en un papel que recuerda, y mucho, a su personaje en “Snatch, Cerdos y Diamantes”), unos efectos dignos y una gran tarea de maquillaje, útil, para que Cockneys vs. Zombies despliegue el arsenal de comicidad y gore que todos estábamos esperando.
Cockneys vs. Zombies es una película amena. Se engulle y se digiere con relativa facilidad. Un entretenimiento al que no hay que hacerle ascos
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