Ayer hablé sobre la versión oficial sobre el caso Detroit, pero no tiene nada que ver con la realidad. Las primeras incoherencias aparecen en la noticia en sí, ésta ha ido transformándose y evolucionando a algo más conveniente que su verdad. En los primeros reportes de las agencias se hablaba de uno o dos heridos de gravedad, estos heridos desaparecieron de las informaciones a las pocas horas, nunca se ha vuelto a hablar de ellos.
Tampoco encaja la psicología del presunto terrorista. Abdulmutallab es un joven de una familia acomodada que ha crecido rodeado de lujos y que se ha educado en las mejores instituciones y universidades europeas. Toda la gente cercana a él ha mostrado su asombro ante su cambio de actitud, desde hacía unas semanas se mostraba distinto, desorientado o incluso agresivo, al parecer el cambio se empezó a manifestar después de un viaje a Yemen. Antes de esa fecha nunca había actuado de forma violenta o mostrado señales de radicalismo.
Tampoco encaja la psicología del presunto terrorista. Abdulmutallab es un joven de una familia acomodada que ha crecido rodeado de lujos y que se ha educado en las mejores instituciones y universidades europeas. Toda la gente cercana a él ha mostrado su asombro ante su cambio de actitud, desde hacía unas semanas se mostraba distinto, desorientado o incluso agresivo, al parecer el cambio se empezó a manifestar después de un viaje a Yemen. Antes de esa fecha nunca había actuado de forma violenta o mostrado señales de radicalismo.
Según indica la versión oficial, Abdulmutallab fue inmovilizado por varios pasajeros que creyeron verlo manipulando algo sospechoso, no parece tener mucho sentido, un explosivo que en teoría estaba dentro de su ropa interior y de un peso de 80g es difícilmente detectable, para explosionarlo únicamente necesitaba activar un detonador que podía estar conectado con cualquier dispositivo wifi. Una consola de videojuegos, un teléfono móvil de gama media o incluso un reproductor de música hubiese sido suficiente y la única manipulación necesaria sería pulsar un botón, podría haberlo hecho incluso desde el baño donde nadie podía observarlo. Parece complicado imaginar que un suicida dispuesto a acabar con su vida y destruir el avión en el que viajaba no hubiese tenido en cuenta este detalle, sobre todo considerando que según la versión oficial recorrió 4 países y varios miles de kilómetros solo para conseguir el explosivo.
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