Como resultado de estas influencias, el calendario maya ha llegado hasta nuestros días, y con el su leyenda y su profecía de un inmediato final para el mundo. Las señales parecen claras y nadie en su sano juicio puede negar que el futuro de la humanidad está comprometido. Al declive ambiental generalizado se ha unido un grave problema energético y una crisis social sin precedentes. Nunca hasta este momento la humanidad ha estado tan dividida y ha dispuesto de una capacidad de destrucción tan considerable. Además, las reglas de la guerra han cambiado, los ejércitos ya no se enfrentan entre sí, toda la sociedad que respalda ese ejército a pasado a convertirse en un objetivo potencial, lo que garantiza conflictos mucho más devastadores que los precedentes. Sólo es necesario comprobar el estado en el que han acabado las ciudades y las poblaciones afectadas por guerras de los últimos años. Sarajevo arrasada, Bagdag destruída, por no hablar de regiones como Chechenia que prácticamente han sido borradas del mapa. Existen por tanto razones, para creer en un fin del mundo inminente.
Sin embargo, preveer el fin de la tierra basándose en este calendario es totalmente absurdo, es cierto que la predicción existe y que es importante tener en cuenta los múltiples aciertos del calendario maya pero es también cierto que la población no está teniendo en cuenta un dato fundamental. Los mayas pusieron una fecha al final, pero también marcaron un inicio. Unos 3300 años antes de nuestra era. Está probado que el mundo no se creó en ese momento lo que implica que tampoco se va a acabar en el 2012.
Pero algo tuvo que pasar para que los mayas eligieran esas fechas, que no son casuales ni mucho menos, la respuesta en este caso, nos la proporciona la arqueología y el estudio del magnifico legado que nos dejó esta civilización.
El estudio de los restos mayas añaden un dato trascendental al enigma de su calendario. Esta fecha, el año 3300 a.C. Marca claramente la transición de las sociedades recolectoras a las agricultoras. Este cambio debio suponer una nueva percepción a esta sociedad. Probablemente fue en ese momento cuando empezaron a ser conscientes de su propia capacidad para controlar la naturaleza, de su posición privilegiada en los ecosistemas, es lógico pensar que estos hombres y mujeres se considerasen a si mismo unos elegidos por la divinidad y que por tanto comenzasen a adorar a los dioses y a estudiar sus designios a partir de sus señales más evidentes, los astros y sus movimientos, que proveían de vida y que eran a la vez presentes pero inalcanzables.
No hay comentarios:
Publicar un comentario